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Pascua, Pentecostés y Tabernáculos son las tres “fiestas del Señor” (Levítico 23:4) las cuales toda la gente, Israelitas y extranjeros, se suponían debían conmemorar por ciertos eventos históricos.
No son “fiestas Judías” al menos de que sean observadas de una manera Judía (Viejo Pacto). Son las fiestas de Dios y son entregadas a todos los hombres. Sin embargo, la manera de observar estas fiestas cambió con el adviento del Nuevo Pacto.
Estos cambios no violaron la ley. La ley permite estos cambios, estableciendo una manera temporaria de observar las fiestas con el Viejo Pacto, y a la misma vez dejando espacio para los cambios bajo el Nuevo Pacto.
Para poder entender como celebrar las fiestas ay que primero entender la ley que explica la ubicación en donde ay que observar las fiestas. Esta ley se encuentra en Deuteronomio 16. Sobre la Fiesta de Pascua, Deuteronomio 16:2 dice,
Para el sacrificio de la Pascua en honor del Señor tu Dios, ofrecerás de tus ovejas y de tus vacas, en el lugar que el Señor escoja como morada de Su nombre.
Encontramos que se usa la misma terminología en referencia de las otras fiestas. Sobre la Fiesta de Pentecostés, leemos en Deuteronomio 16:11,
Y te alegrarás en presencia del Señor tu Dios en el lugar donde él haya escogido como morada de Su nombre.
Sobre la Fiesta de Tabernáculos, leemos en Deuteronomio 16:15,
Durante siete días celebrarás la fiesta solemne en honor del Señor tu Dios, en el lugar que el Señor escoja...
Así que, la ley es muy clara con este tema. La única pregunta es: ¿Dónde a escogido Dios la morada de Su nombre?
Él primero colocó Su nombre en Silo, un pueblo en el territorio tribal de Efraín, donde permaneció por aproximadamente 350 años. Después, como los Sacerdotes se habían corrompido, Dios abandonó esa ubicación y mudo Su nombre a Jerusalén en el borde entre Judá y Benjamín. Si los hombres hubieran de haber continuado celebrando las fiestas en Silo después de que la presencia de Dios se había marchado, hubieran estado en violación de la ley. ¿Por qué? Porque el nombre de Dios ya no estaba en Silo.
Él permaneció en Jerusalén por unos otros 350 años hasta que los sacerdotes una vez mas se corrompieron. Después el profeta Ezequiel vio la gloria irse (Ezequiel 10:18, 11:23). Al poco tiempo, el rey de Babilonia conquisto a Jerusalén, se llevo los vasos sagrados a Babilonia, y eventualmente destruyo el templo por completo. La gloria nunca volvió, ni siquiera cuando la gente retornó de Babilonia y construyó un segundo templo.
Pero la gloria no se había ido por completo, porque el profeta la vio irse solo hasta el Monte de los Olivos en el lado oriental de Jerusalén. Seiscientos años mas tarde, Jesús fue crucificado allí, se levantó al tercer día, y después de 40 días, ascendió, llevándose consigo la gloria al cielo.
Él después nos devuelve la gloria a la tierra cuando el Espíritu Santo descendió sobre los 120 discípulos en el aposento alto en el día de la fiesta de Pentecostés (Hechos 2:1). Esto marcó el punto en donde Dios comenzó a vivir en un nuevo templo hecho de “piedras vivas” (1 Pedro 2:5) edificado sobre un fundamento seguro en Jesucristo y los apóstoles (Efesios 2:20-22).
También leemos en Apocalipsis 22:4, “y llevarán su nombre en la frente.” Aquí vemos entonces, que en el día de Pentecostés “el lugar donde Él haya escogido como morada de Su nombre” fue el nuevo templo de nuestros cuerpos (1 Corintios 3:16).
En el contexto del Nuevo Testamento, ya no se requiere de ir a Silo o a Jerusalén para celebrar las fiestas. Tampoco se requiere de matar a un cordero de Pascua y poner su sangre en los postes de la puerta ni en sus dinteles en la noche del 14 de Nisán. Nuestra oveja de Pascua es Jesucristo, quien fue sacrificado en la Pascua del 33 A.D. “una sola vez y para siempre” (Hebreos 7:27).
¿Entonces, como hace uno para celebrar la Pascua legalmente? Para celebrar la Pascua legalmente ay que primero aplicar la sangre de Jesucristo—el verdadero Cordero de Dios—a los dinteles de nuestra “casa” (la cual es, la frente de la persona). Así es como se pone el nombre de Dios en nuestras frentes, por la sangre del Cordero siendo aplicada a nuestro cuerpo, el cual es nuestra “casa.”
Después del día de Pentecostés en Hechos 2, esta es la única manera legal de celebrar la fiesta de Pascua.
¿Como hace uno para celebrar la Fiesta de Pentecostés hoy en día? Debajo del Viejo Pacto, Pentecostés se conocía como Shavuot. Se observaba ofreciéndole a Dios dos panes (de trigo) horneados con levadura (Levítico 23:17). Esto es lo que el sumo sacerdote estaba haciendo en el templo en Jerusalén cuando cerca de ahí, el fuego de Dios descendió en las frentes de los 120 discípulos que estaban en el aposento alto.
Tomen nota de que esto sucedió en la tercera hora del día (Hechos 2:15), que era cuando el sacerdote estaba ofreciendo los panes en el templo.
Aunque el sumo sacerdote marcaba la hora del derrame del Espíritu, su ofrenda no fue aceptada. En cambio de, el fuego de Dios se derramo sobre las cabezas de los discípulos, siendo aceptada por Dios, su ofrenda de corazón.
Así leemos en Hechos 2:3,
3 Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos. 4 Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse.
El bautizo del Espíritu Santo es la única manera de hoy en día celebrar, legalmente, la Fiesta de Pentecostés. Siendo la frente donde Él ha puesto Su nombre, por eso es que las lenguas de fuego reposaron en la cabeza de los discípulos.
Claro esta de que ya el fuego visible no es necesario. Todo ocurrió en ese primer Pentecostés para mostrarnos cual era el lugar donde Dios puso Su nombre. Entonces es este el único sitio donde ahora podemos celebrar el Pentecostés.
¿Finalmente, como ahora mantenemos la Fiesta de Tabernáculos legalmente? ¿Acaso tenemos que celebrarla yendo a un sitio específico y construyendo una cabina hecha de ramas de árbol, como lo hacían en los tiempos del Viejo Testamento? No, al igual que las otras fiestas, esta solo se puede celebrar donde Él a puesto Su nombre (Deuteronomio 16:15).
La mayor diferencia es de que esta tercera fiesta hasta ahora, en la historia del ser humano, nunca se ha cumplido. Se cumplirá con la segunda venida de Cristo, cuando recibiremos nuestros cuerpos glorificados e inmortales. Es la fiesta en la cual dejaremos esta cabina mortal, en donde “gemimos” (2 Corintios 5:4) y seremos transferidos al nuevo tabernáculo o casa “no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Corintios 5:1).
Debajo del Viejo Pacto, a los hombres se les requería construir cabinas hechas de ramas de arboles vivientes (Levítico 23:40). Después debían quedarse allí por siete días (Levítico 23:41). En practica, en esos siete días se la pasarían leyendo y estudiando el libro de Deuteronomio, porque, simbólicamente, significaba que la ley estaba siendo escrita en sus corazones.
Morando en cabinas por siete días era un método excelente de enseñar y recordar la ley de Dios. Pero lo que anticipamos hoy en día es la versión del Nuevo Pacto de celebrar esta fiesta. Morar en una cabina en un lugar especifico puede, fácilmente, hacernos perder de ver la profecía de esta fiesta.
Las cabinas (sukkot) son “tabernáculos,” o carpas. En el concepto Hebreo, nuestros cuerpos también son tabernáculos (carpas), y se consideraban como “ropa” para el alma.
Pablo nos dice en 2 Corintios 5:1-4,
1 Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. 2 Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; 3 pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. 4 Porque así mismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.
Tomen nota de que Pablo se refiere al cuerpo glorificado como una casa, un tabernáculo, un edificio, y como ropa. Esta ropa está ahora mismo, reservada para nosotros en los cielos, mientras “gemimos” en nuestros cuerpos mortales.
Entonces nos encontramos con que hay dos tipos de ropa: cuerpos mortales e inmortales. En el día de hoy, somos mortales, pero anhelamos el día en que nuestra mortalidad sea “absorbida” por la vida—cuando recibamos nuestra nueva ropa que esta reservada para nosotros en el cielo.
En el tiempo de hoy, esperamos por el cumplido histórico de la fiesta de Tabernáculos. Estamos en un tiempo de preparación para recibir cuerpos glorificados e inmortales, al igual que los Israelitas preparaban sus corazones en el desierto para el día en que entrarían a la Tierra Prometida.
Poseemos esta herencia como una promesa. Si mantenemos la visión de Tabernáculos viva, sin tener que construir una casa en el desierto, tendremos la fe de los vencedores para heredar todo lo que Dios tiene para nosotros.
Como individuos, estamos justificados por la fe de aplicar la Pascua de forma del Nuevo Pacto. Nos santificamos y aprendemos obediencia al escribir la ley en nuestros corazones aplicando el Pentecostés de forma del Nuevo Pacto. Seremos glorificados por la aplicación de Tabernáculos de forma del Nuevo Pacto.
Estos días de festejo no fueron abolidos, pero su forma de ser celebrados si fue cambiada para encajar con el Nuevo Pacto por el cual ahora vivimos. Cada una de las tres fiestas representan un nivel de fe en nuestra relación con Dios al tanto vamos madurando espiritualmente como hijos de Dios.
La justificación, la cual es necesaria, es solo el primer paso. Pentecostés es un periodo de crecimiento. Tabernáculos es el paso final en donde se nos declara ser hijos maduros de Dios los cuales reflejamos la imagen de nuestro Padre celestial. A estas personas se les puede confiar con la autoridad del Reino, porque ellos solo hacen lo que ven al Padre hacer, y solo hablan las palabras que escuchan al Padre hablar.
Aquellos que obtengan su herencia de primero serán a los que Dios usara como ejemplo para traer al resto de la creación a la misma experiencia, para que ellos también sean bendecidos y cumplan su propósito de vida.