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Capitulo 1: Las Dos Higueras de Judá

Esencialmente ay dos definiciones del termino “Judío.”  Está la definición propuesta por el hombre, y está la definición de Dios.  Claro, hasta los Judíos de hoy en día tienen diferentes opiniones de como definir al Judío—sea de forma racial, cultural, o en un termino religioso.  Ay unos que argumentan que la persona es Judía si la madre de esta es también Judía; otros dicen que la persona es Judía si cualquiera de los padres lo es también.  Ay muchos “Judíos seculares,” los cuales ni siquiera creen en Dios, pero comparten un patrimonio cultural.  Los Judíos religiosos debaten si estos Judíos seculares son en realidad Judíos o no.

El mismo Judaísmo esta dividido en tres categorías principales: Ortodoxo, Reformado, y Conservador.  Muchos hacen reclamo de que para ser un Judío verdadero, tenéis que pertenecer a la denominación especifica de ellos.  Este debate no es muy diferente al de las denominaciones Cristianas, las cuales no reconocen a otras sectas como que sean Cristianas verdaderas. 

La definición del hombre sobre quien es un “Judío” se tiene que tomar en serio, pero el echo presente y real es como Dios define a un Judío.  La declaración mas clara en el Nuevo Testamento sobre esta pregunta se encuentra en Romanos 2:28, 29,

28 Porque no es Judío el que lo es en manifiesto; ni la circuncisión es la que es en manifiesto en la carne: 29 Mas es Judío el que lo es en lo interior; y la circuncisión es la del corazón en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no es de los hombres, sino de Dios.

Aqui, muy claramente, Pablo nos define quien ES un Judío y quien NO ES un Judío.  El no basa su definición en el punto de vista de los hombres, porque en aquellos tiempos la mayoría de los hombres consideraban que un Judío tenia que ser partidario de los dirigentes del templo en Jerusalén, los cuales habían rechazado a Jesús. 

La opinión de Pablo hubiera sido disputada con fervor por los clérigos del templo.  Ellos definían a un Judío en términos de la circuncisión externa—la cual era el signo de acuerdo al Viejo Convenio, el cual la gente ya había roto, invalidándolo totalmente.   Pablo sabia esto porque el se había criado y educado con ese punto de vista.  Por eso es tan significativo que Pablo rechace esa definición de un Judío.  El dijo que un Judío era quien tuviese circuncisión del corazón—el signo del Nuevo Convenio.  

Pablo NO dijo que un Judío era quien tenia la circuncisión externa y un Cristiano el que la tenia internamente.  Nada así dijo.  El nos lo dice bien claro, “es Judío el que lo es en lo interior.”  Para un clérigo del templo esto era herejía de rango, por supuesto.  Era una diferencia de opinión genuina.  Nosotros no esperamos que esos “Judíos” del pasado o presente acepten la definición de Pablo.  Pero los Cristianos que dicen creer en el Nuevo Testamento no deberían de discrepar de lo que dice Pablo. 

Entendemos que la definición de Pablo era basada estrictamente en la ley bíblica—la misma ley que decían seguir los clérigos del templo, pero la cual, en realidad, habían violado.   Pero antes de que podamos entender como la ley divina define a un Judío bíblico, tenemos que volver a ver el material de referencia que Pablo estudio. 

La Revelación de Jeremías

La tribu de Judá consistía de dos tipos de Judaítas: buenos y malos.  El lado bueno de Judá iba a recibir el mandato de dominio, mientras que el lado malo seria rechazado por Dios.  Esto lo vemos claramente en las profecías de Jeremías.  El dibujo principal que nos pinta de estos dos “arboles” se encuentra en Jeremías 24, el cual compara a la nación de Judá con dos cestas de higos.  Una cesta contenía higos muy buenos; la otra tenia higos muy podridos que no eran buenos para comer.  Jeremías nos lo dice en los primeros versos de Jeremías 24,

1 MOSTROME Jehová, y he aquí dos cestas de higos puestas delante del templo de Jehová, después de haber trasportado de Jehová, después de haber trasportado Nabucodonosor rey de Babilonia a Jechonías hijo de Joacim, rey de Judá, y a los príncipes de Judá, y a los oficiales y herreros de Jerusalem, y haberlos llevado a Babilonia.  2 La una cesta tenia higos muy buenos, como brevas; y la otra cesta tenia higos muy malos, que no se podían comer de malos. 

Dios después le cuenta el significado de esta revelación.  La nación llevaba ya mucho tiempo en rebeldía contra Dios, a pesar de que hipócritamente lo alabaran en el templo.  Dios les había mandado a profetas, pero rehusaron escucharlos y hasta mataron a pedradas a muchos de ellos por traer palabras de corrección.  Así que Dios declaro su sentencia sobre la nación en Jeremías 7:1-15, diciendo que El iba a rechazar a Jerusalém así como había negado a Silo previamente. 

Silo fue el sitio que Dios abandonó en los tiempos de Eli el gran sacerdote.  En el día que los Filisteos capturaron el Arca de la Alianza, la esposa del hijo de Eli dio a luz a un varón, a quien llamaron Icabod, “traspasada es la gloria…” (1 Sam. 4:22).  La presencia de Dios se fue de Silo y nunca volvió.  El Arca fue luego llevada a Jerusalém, donde volvió la gloria en los días de Solomon (2 Crón. 5:13, 14).

Dos siglos después, Dios le dijo al profeta Jeremías que como el pueblo había convertido al templo de Salomón en una guarida de ladrones, El iba a abandonar a Jerusalem como había abandonado a Silo.  (Esto se cumple en Ezequiel 10:18 y 11:22, 23).  Dios luego le dice a Jeremías en el versículo 16,

16 Tú pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni me ruegues; porque no te oiré.

Ya cuando la sentencia judicial de la Corte Divina esta dictada, no puede haber revocación de juzgamiento.  Si Jeremías hubiera seguido orando o intercediendo por Judá, se hubiera mostrado estar en desacuerdo con Dios.  Esto no quería decir que el no pudiese orar porque mas individuales fueran salvados del juzgamiento que vendría.  Pero el ya no podía orar porque la nación entera fuese salvada de la destrucción, tampoco podía orar porque la gloria de Dios volviese a un templo físico en Jerusalém.

Con este historial venimos a Jeremías 24, donde vemos la revelación de Dios demostrándonos los diferentes tipos de juzgamientos que El iba a asignar a los dos tipos de Judaítos.  La cesta de los higos buenos eran aquellos hombres de Judá que se sometieron al juzgamiento de Dios y fueron a Babilonia en cautiverio.  El juszgamiento era por un fin bueno, porque ellos se habían sometido a la decisión de la Corte Divina.  Dios dijo que los traería de vuelta a la tierra “Y les daré corazón para que me conozcan” (24:7).

 Ahora, la cesta de los higos malos representa a los hombres de Judá que rehusaron a someterse al rey de Babilonia—y así, rehusaron someterse al juzgamiento de Dios.  Dios dijo esto sobre los malos higos,

8 Y como los malos higos, que de malos no se pueden comer, así, ha dicho Jehová, daré a Sedechias rey de Judá, y a sus príncipes, y al resto de Jerusalem que quedaron en esta tierra, y que moran en la tierra de Egipto.  9 Y darélos por escarnio, por mal a todos los reinos de la tierra: por infamia, y por ejemplo, y por refrán, y por maldición a todos los lugares adonde yo los arrojare.  10 Y enviare sobre ellos espada, hambre y pestilencia, hasta que sean acabados de sobre la tierra que les di a ellos y a sus padres.

Que contraste!  El árbol de higo era, por supuesto, el símbolo de la nación de Judá.  Pero nos he evidente, que las dos cestas de higos vinieron de dos arboles diferentes.  Jesús claramente vio a los dos tipos de Judaítas en su día, porque El dice en Mateo 7:17-20,

17 Así, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol maleado lleva malos frutos.  18 No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos.  19 Todo árbol que no lleva buen fruto, cortase y echase en el fuego.  20 Así que, por sus frutos los conoceréis.

El buen árbol dio frutos buenos; el maleado dio frutos malos.  Los dos son de Judá pero había una clara división entre la gente que los arboles representan.  Los buenos higos fueron aquellos que se sometieron a Su juzgamiento—el cautiverio Babilónico—en ves de pelear.  Los higos malos, en cambio, negaron el juzgamiento de Dios y rehusaron de ver a Nabucodonosor como un “siervo” de El (Jer. 27:6).  Con simplemente leer Jeremías 24 al capitulo 30, esto queda claro.

No hay ninguna sorpresa de que Judá consistiera de creyentes (higos buenos) y no creyentes, rebeldes (higos malvados).  En realidad, esto no es diferente a cualquier otra nación, porque no ay nación ninguna en el mundo que tenga solamente gente justa o unicamente gente injusta.  Toda nación es una mezcla de buenos y malos.  Pero en el caso de Judá, es un asunto de separación divina entre dos arboles distintos de higos, porque Dios los iba a tratar diferentemente. 

Dios le tenia asignado el llamado de Judá—el mandato de dominio—a aquellos que produjeran frutas buenas, y al mismo tiempo El iba a desheredar a los cuales produjeran frutas malas.

Así es, Dios tenia todo el derecho de desheredar hasta aquellos Israelitas de sangre pura, sin importar su genealogía.  En cierto, El ya había decretado esto cuando desheredo a Ruben y le entrego el mandato de dominio a Judá.  Este detalle esta escondido en la genealogía. de Ruben en 1 Cron. 5:1, 2, el cual dice,

1 Y los hijos de Rubén, primogénito de Israel, (porque el era el primogénito, mas como violo el lecho de su padre, sus derechos de primogenitura fueron dados a los hijos de José, hijo de Israel; y no fue contado por primogénito.  2 Porque Judá fue el mayorazgo sobre sus hermanos, y el príncipe de ellos: mas el derecho de primogenitura fue de José.)

Esto es una referencia a la bendición de Jacob sobre Jose y Judá en Génesis 49.  A José le fue entregado el derecho de primogenitura, cual era el mandato de fructificar en Genesis 1:28.  A Judá le fue dado el mandato de dominio que culmino en el Rey de Reyes, Jesucristo.  Un historial completo se encuentra en mi libro, La Lucha por la Primogenitura. 

Rubén, el hijo mayor de Jacob-Israel, perdió el mandato de dominio al haber tenido relaciones sexuales con Bilha (Gen. 35:22), una de las esposas de su padre (no la madre de Rubén).  Así entonces, Ruben pierde el honor de ser un ancestro de Jesucristo y de que el Rey de Reyes hubiese venido por su linaje.  Este honor también pasa por alto a Leví y Simeón, los siguientes hijos mayores de Lea, por su naturaleza violenta y legalista (Gen. 34:30).  El mandato de dominio entonces le llega es a Judá, el cuarto hijo de Lea.   

Al pasar de los siglos, y al convertirse Judá de un hombre a una tribu y finalmente a una nación de millones, habían creyentes e incrédulos en ella.  Como las profecías de Jeremías nos dicen, habían “higos buenos” e “higos malos” en la nación.  Entonces Dios crea una clara distinción entre ellos, porque El nunca iba a dejar que los Judaítos rebeldes heredaran el mandato de dominio que había sido dado a Judá.  Dios no va a permitir que gente incrédula y rebelde reinen en Su Reino. 

Y he aquí la llave al entendimiento de quien es un Judío—como lo define Dios.

Después de su cautiverio de 70 años en Babilonia, 50,000 “higos buenos” volvieron a la tierra vieja para reconstruir a la nación.  Tenían algo de autonomía pero aun permanecieron bajo la autoridad del rey de Persia por dos siglos.  Cuando Alejandro Magno conquista a Persia, la nación de Judá entra en la autoridad Griega.  En el año 63 a.C. entro la autoridad de Roma, y después nace Jesús durante el dominio del Imperio Romano.  

Jesús no intenta de derrocar a Roma, y tampoco trata a los soldados ni gobernantes Romanos como Su enemigo.  El reconoce que Dios colocó a la nación en una serie de cautiverios, empezando con Babilonia, y El se somete a la justicia divina siendo un “buen higo.”  Habían otros que estaban en desacuerdo y llevaban el espíritu de rebeldía. 

Jesús les enseña a sus discípulos, incluyendo a Simon Zelotes, i.e. “el Celador” (Lucas 6:15) como someterse al juzgamiento divino como un buen higo.  Cuando Pedro quizo pelear, Jesús le dice que pare y hasta sana la oreja del soldado Romano (Lucas 22:49-51). 

Los higos buenos creyeron en El; los higos malos no.  Los higos malos buscaban a un Mesías militar quien alzara una revolución en contra de los Romanos.  Jesús, el Principe de la Paz, simplemente no cumplía esas expectativas.  He así como los higos buenos se convierten en creedores Cristianos, mientras que los higos malvados rechazan a Cristo y terminan en rebeldía abierta en contra de Roma.  Por esta razón es que Roma destruye a Jerusalém, tal cual como Jesús había profetizado en Mateo 22:1-7. 

Jesús es el Tronco del Arbol Bueno de Higos

Jesús mismo produjo buen fruto.  Nacido de una madre Judaíta, comprobado por la genealogía de Mateo 1 y Lucas 3.  Pero como el Rey de Judá, El era mas que una rama de higos produciendo fruta buena.  El era el mismísimo árbol.  El era el tronco del árbol, el cual tenia varias ramas que produjeron buen fruto.  Usando un motivo un poco diferente, Jesús se refiere a esto al hablar sobre la vid y las ramas, o pámpanos.  Juan 15:1-6 dice así,

1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.  2 Todo pámpano que en mi no lleva fruto, le quitara: y todo aquel que lleva fruto, le limpiara, para que lleve mas fruto.  3 Ya vosotros sois limpios por la palabra que os he hablado.  4 Estad en mi, y yo en  vosotros.  Como el pámpano no puede llevar fruto de si mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mi.  5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que esta en mi, y yo en el, este lleva mucho fruto; porque sin mi nada podéis hacer.  6 El que en mi no estuviere, sera echado fuera como mal pámpano, y se secara; y los cogen, y los echan en el fuego, y arden.

Con esto queda claro que solamente aquellos que estén en Cristo crearan el tipo de fruta que Dios anda buscando.  Si alguien dice estar en Cristo pero no produce estas frutas del Reino, se le echara afuera.  Y  “El que en mi no estuviere,” dice Jesús, “sera echado fuera como mal pámpano, y se secara.”

Ciertamente El tenia en mente esos Judaítos quien lo rechazaron a El como Mesías.  Solo unos días antes, Jesús había maldecido a una higuera, y los discípulos estaban asombrados porque a la mañana siguiente se había secado.  El estaba diciendo, entonces, de que el que no produjera fruto—o como Jeremías dijo, los que solamente producían higos malos que no se podían comer—seria echado para afuera. 

Y precisamente esto es lo que sucede.  Judá se divide en dos facciones, o dos “arboles.”  Aquellos que aceptaron a Jesús como Mesías, se convirtieron en las ramas del buen árbol de higos.  Estos son los herederos del mandato de dominio asignado a Judá.  Y estos, Jesús dice que El los limpiara para que así  lleven mas fruto. 

Aquellos que negaron aceptar a Jesús como Mesías fueron echados afuera y ya no son herederos del mandato de dominio.  Jesús muy claramente dice que no ay forma ninguna de llevar fruto aparte de estar en Cristo. 

Teología de Reemplazo

Las creencias de la Iglesia tradicional eran de que la Iglesia “Gentil” había reemplazado a los Judíos como los elegidos de Dios.  Como lo veo yo, esto no es totalmente cierto.  Los teólogos del pasado de verdad no entendieron el asunto desde la perspectiva de la ley bíblica. 

La Iglesia primitiva, fundada en Jesucristo y los apóstoles, fue el “árbol” verdadero de Judá que producía los higos buenos referidos en Jeremías 24 en el primer siglo.  Sin embargo, los seguidores de Jesús eran la minoría y no tenían el control del templo en Jerusalém.  Cuando los higos maleados rechazaron a Jesús como Mesías, los creyentes fueron perseguidos y finalmente expulsados de la tierra.  Ellos fueron excomulgados del Judaísmo.  

Los higos buenos perdieron su identidad como “Judíos.”  Es decir, los higos malos retuvieron la identidad con la tribu o nación de Judá, mientras que los higos buenos se darían a conocer en el mundo como los “Cristianos” (Hechos 11:26).  Pero Dios los reconocía como los Judá verdaderos—los seguidores del Rey de Judá, Jesucristo.  Ellos eran los higos buenos que Dios había expulsado de la tierra vieja por su bien. 

Los higos malvados, sin embargo, permanecieron en la tierra vieja en su estado de rebeldía hasta que la nación fue destruida en 70-73 d.C.  Dios les había otorgado cuarenta años para que se arrepintieran, pero ellos se negaron.  Finalmente, Dios mando a Su ejercito Romano a cumplir Su sentencia judicial, así como Jesús dijo en Su parábola en Mateo 22:7,

7 Y el rey, oyendo esto, se enojo; y enviando sus ejércitos, destruyo a aquellos homicidas, y puso fuego a su ciudad.

Nuestro punto es que la “Iglesia Gentil” no reemplazo a la “Iglesia Judía.”  Los primeros Cristianos siempre fueron los higos buenos de Judá, cargando con el mandato de dominio bíblico que le fue otorgado a Judá.  Cuando el Rey de Judá vino, ellos le dieron su lealtad a Él y aprendieron de Él como ser un “buen higo.”  Al aceptarlo a Él como Mesías, Dios crea un Nuevo Pacto con ellos, tal cual como Jeremías profetizó en Jeremías 31:31,

31 He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Jacob [Israel] y la casa de Judá.

Él NO hace este nuevo convenio con una “Iglesia gentil.”   Él lo hace con los higos buenos de la casa verdadera de Judá, encabezada por el Principe de esa tribu, Jesucristo.  Si alguien que no es Judío quiere la salvación, tiene que transferir su ciudadania a la casa de Judá y jurar lealtad al Rey, Jesucristo.  Así se hace un converso de la casa legitima de Judá—no un converso al Judaísmo.  Judaísmo es la religión de los higos rebeldes que dicen en Lucas 19:14, “No queremos que este reine sobre nosotros.”  Su destino fue sellado con las palabras de Jesús en Lucas 19:27,

27 Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y degolladlos delante de mi.

Este es el destino del Sionismo.  De casi todas las naciones del mundo, Él ha traído de vuelta a la tierra vieja a los representantes del higuero malo, para así juzgarlos por no querer que Jesu el Mesías reinara sobre ellos.  Lo mas sorprendente es que muchos Cristianos hasta han pagado con donaciones por el regreso de estos a ser juzgados!

Volviendo al tema del primer grupo de los Cristiano Judíos (por definición de Dios), la luz del Evangelio añadió a muchos conversos a la fe Cristiana de muchas naciones que no eran parte de Judá.  Algunos cuantos eran ex-Israelitas del esparcimiento Asirio (745-721 a.C.).  Otros no.  De todas formas, estos que no eran de Judá no eran ramas “naturales” de este árbol de higos.  Aun así, Dios los injerto al árbol de Judá para que así pudieran participar en la vida de Jesucristo y produjeran buen fruto.  Si imaginamos a estos conversos como ramas de un árbol de manzana siendo injertado a un árbol de higos, vemos que cada rama produciría su propia fruta.  Alguien no tiene que producir higos para ser parte de este higuero de Judá. 

Ahora, para las ramas que no daban fruta, estas fueron podadas, cortadas.  De hecho, al rechazar a Jesús y excomulgar a Sus discípulos, ellos mismos se desconectan del higuero de Judá!  No se dieron cuenta de que al separarse de Jesús, la raíz y el linaje de David (Apo. 22:16), su rama moriría.

Los malos higos simplemente fueron podados, mientras que los buenos higos portan la bandera de la Iglesia de Judá.  No hubo ningún reemplazo, como la teología clásica de la Iglesia a dado a entender en el pasado.  Las promesas de Abrahán nunca fueron transferidas de un grupo de personas a otras.  Las promesas continuaron fluyendo por la linea firme del buen higuero de Judá.  El hecho de que muchos que no eran Judaítas han sido transplantados al árbol bueno, no lo convierte en una “Iglesia de Gentiles.”  Puede de haber una abundancia de ramas “Gentiles” pero el tronco y la raíz del árbol siempre ha sido Jesús, el Rey de Judá. 

Cuando los Cristianos de hoy en día hablan de que la Iglesia primitiva era una “Iglesia Judía,” están absolutamente en lo cierto.  Desafortunadamente, como no conocen el significado bíblico de un Judío, muchas veces usan esta excusa para hacer la conversión al Judaísmo.  Al hacer esto, se unen al higuero malvado.  Se han olvidado que aquellos que se llaman Judíos en el día de hoy (quienes han negado a Cristo) en realidad no son Judíos—no son, por como Dios lo define.  Los Cristianos no se pueden hacen Judíos por conversión al Judaísmo.  Ya son Judíos en los ojos de Dios—y lo han sido desde los días de Cristo.  La conversión al Judaísmo es dar un salto de la cesta de los buenos higos a la cesta de los malos higos. 

Veamoslo de otra manera.  La Teología de Reemplazo nos enseña de que el árbol de higos fue extirpado y reemplazado por un árbol de manzanas.  Esto no fue lo que sucedió.  La verdad es de que habían dos arboles de higos, uno bueno y uno malo, como es mencionado en Jer. 24.  Los dos eran de Judá.  El árbol malo de higos fue el que fue desarraigado, y el árbol de los buenos higos permaneció para sostener el Reino de Dios sobre la tierra.  El buen árbol de higos no reemplazo a nada porque siempre ha estado presente allí. 

Hoy en día cuando los “Judíos Mesiánicos” hacen reclamo de que la Cristianidad es una Iglesia “Judía,” usan el reclamo de que los discípulos y los primeros creyentes provenían de Judea.  Correcto en lo absoluto.  Pero por no entender Jeremías 24, ellos usan esta verdad para convencer a creyentes Cristianos de que deberían unirse a los Judíos Sionistas—como que si todos fuéramos del mismo árbol de higos.  En consecuencia a esto, y desde que Pat Boone hizo su conversión al Judaísmo en los 1960’s, esta ahora de moda de que muchos Cristianos sigan su ejemplo. 

El problema con esto es que el Sionismo Cristiano es una movida para transplantar pámpanos de higos buenos al árbol de higos malo, cuando debería ser al revés.  Esta creencia terminaría trayendo a todos los Cristianos al Judaísmo, en vez de traer a los Judíos a Cristo.  Esta por cierto que el árbol malo de higos NUNCA dará fruto, por que esa fue la maldición que Jesús ordena en Mat. 21:19, donde Él dice, “Nunca mas para SIEMPRE nazca de ti fruto.” 

La única solución que queda, es de que ramas individuales sean injertadas de ese árbol muerto de higos al único árbol que puede darles vida— Jesús el Mesías, el tronco del buen árbol de higos.  Tanto así como la conversión al Cristianismo sea repugnante para un Judío, el nunca sera receptor del mandato de dominio de Judá, ni permanece en la tribu de Judá en los ojos de Dios, como demostraremos al momento con La Sagrada Escritura.

La Ley de la Poda de Arboles

Deuteronomio 29 nos habla de como habían ciertas condiciones por las cuales un individuo o hasta tribus enteras de Israel podrían ser apartadas, o podadas del Arbol del Reino.  Deut. 29:18-21 dice,

18 Quizá habrá entre vosotros varón, o mujer, o familia, o tribu, cuyo corazón se vuelva hoy de con Jehová nuestro Dios, por andar a servir a los dioses de aquellas gentes; quizá habrá en vosotros raíz que eche veneno y ajenjo; 19 Y sea que, cuando el tal oyere las palabras de esta maldición, el se bendiga en su corazón, diciendo: Tendré paz, aunque ande según el pensamiento de mi corazón, para añadir la embriaguez a la sed: 20 Jehová no querrá perdonarle; antes humeara luego el furor de Jehová y su celo sobre el tal hombre, y asentaráse sobre el toda maldición escrita en este libro, y Jehová raerá su nombre de debajo del cielo: 21 Y apartarálo Jehová de todas las tribus de Israel para mal, conforme a todas las maldiciones del pacto escrito en este libro de la ley. 

La idea de que Dios borre a una de las tribus de Israel no es nada nueva.  Muchos profesores de la Biblia han sugerido que por esa razón es que la tribu de Dan no se menciona en la lista de tribus selladas en Apocalipsis 7.  Aunque yo no crea esta la razón por la omisión de la tribu de Dan, esto nos deja ver que profesores de la Biblia reconocen la posibilidad de que una tribu, o una gran parte de la tribu, puede ser desconectada completamente del Reino. 

Ciertamente, demostraremos de que el higuero con higos malos fue cortado de tal cual manera y por la razón mencionada antes.  El otro árbol con higos buenos fue la parte de Judá que acepto a Jesús como el Mesías y adopto Su actitud sumisa al yugo Romano que Dios había decretado para Judá.  La razón dada en Deut. 29:19 es: “el se bendiga en su corazón, diciendo: Tendré paz, aunque ande según el pensamiento de mi corazón.”  En otras palabras, esta persona (o familia, o tribu) pensara que están reconciliados (en paz) con Dios, aunque sigan sus corazones en rebeldía y terquedad/testarudez.

Esta es una descripción precisa del mal árbol de higos, tal cual en los tiempos de Jeremías como en los de Jesús.  Ellos pensaban que estaban siguiendo la voluntad de Dios al continuar con sus tradiciones y llevar a cabo todos los rituales del templo con fervor y pasión.  Ellos creían que estar en rebeldía en contra de los Romanos era un acto de obediencia a Dios.  No entendían las leyes de cautiverio ni las leyes de tribulación.  Jesús si las entendió, y por eso actuó como un amigo hacia los Romanos y nunca desafió su autoridad o derechos bajo Dios de gobernar en Judea. 

Las Leyes de Sacrificio

El orgullo mas grande de los sacerdotes era de su conocimiento sobre las leyes de sacrificio.  Ellos conocían hasta el mínimo detalle de como sacrificar ovejas y bueyes, pero no conocían al Autor de las leyes de sacrificio.  Y por eso terminan violando la ley en la peor manera posible con el ultimo Sacrificio del Cordero de Dios.  Lev. 17:3-5 dice:

3 Cualquier varón de la casa de Israel que degollare buey, o cordero, o cabra, en el real, o fuera del real, 4 Y no lo trajere a la puerta del tabernáculo del testimonio, para ofrecer ofrenda a Jehová delante del tabernáculo de Jehová, sangre sera imputada al tal varón: sangre derramo; cortado sera el tal varón de entre su pueblo: 5 A fin de que traigan los hijos de Israel sus sacrificios, los que sacrifican sobre la haz del campo, para que los traigan a Jehová a la puerta del tabernáculo del testimonio al sacerdote, y sacrifiquen ellos sacrificios de paces a Jehová.

Jesús fue el Cordero de Pascua de Dios que fue sacrificado por el pecado del mundo.  Él fue crucificado “fuera del real” (Lev. 17:3; Heb. 13:13) para también cumplir la ley de la vaca bermeja/roja (Núm. 19:3).  Los sacerdotes llevaron a Jesús a la cima (cráneo, cabeza) del Monte de los Olivos, donde David había dado su sacrificio (2 Sam. 15:30-32).  Hasta lo crucificaron en el día correcto—Pascua--y El muere a la hora precisa del día—la novena hora—como la ley lo especificaba (Ex. 12:6).  Así, los sacerdotes cumplieron exactamente lo que la ley les ordenaba.

Pero los sacerdotes fallaron en aplicar la sangre del Sacrificio en la manera prescrita legalmente.  En la medida en que Jesús era el Cordero de Pascua, ellos fallaron en aplicar Su sangre a sus dinteles (frentes) y a sus jambas (orejas) de sus “casas.”  Por lo tanto, Dios no vio la sangre y “pasare de vosotros” (Ex. 12:13).  No fueron justificados por fe en la sangre del Cordero.  

Segundamente, tampoco rociaron Su sangre sobre el altar de sus corazones, porque no llevaban fe en Su sangre.  Para esta gente, la sentencia de la ley se aplica como esta escrito en Lev. 17:4, “Sangre derramo; cortado sera el tal varón de entre su pueblo.”  En otras palabras, esa persona sera podada del árbol de higos de Judá porque ha perdido su estado legal como miembro de la tribu.  Lev. 17:6 nos dice,

6 Y el sacerdote esparcirá la sangre sobre el altar de Jehová, a la puerta del tabernáculo del testimonio, y quemara el sebo en olor de suavidad a Jehová.

Así como nuestros cuerpos son los templos de Dios, también nuestros corazones son el altar del Señor.  Y en Heb. 10:22 nos lo explica, diciendo,

22 Lleguemonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia.

Era necesario acuerdo al plan de Dios, de que Jesucristo fuera crucificado y de que Él muriese como Sacrificio por el pecado finalmente de todos.  Sin embargo, la gente así como los sacerdotes tenían por requisito hacer algo con la sangre de todo sacrificio.  En el caso de Jesús, se les requería esparcir Su sangre (figuradamente) sobre los altares de sus corazones para ser justificados.  Esto, la mayoría, no lo hizo.

Hechos 6:7 nos dice que una gran multitud de sacerdotes también aceptaron a Jesús como el Mesías y vinieron a verlo como el gran Sacrificio del pecado.  Ellos que lo aceptaron se mantuvieron en el higuero del Reino, el cual da buen fruto para Dios.  Pero al poco tiempo de eso fueron expulsados del templo, así como otros dispersados por la persecución.  A ese punto, el mundo los empieza a llamar Cristianos para distinguirlos de la multitud de gente que llamaban “Judíos.”  Y he así como pierden el nombre de “Judío,” aunque en los ojos de Dios, ellos eran los Judíos verdaderos. 

El Viejo y Nuevo Convenio

La Iglesia y Judá son la misma entidad.  Aunque algunos que no eran Judaítos hayan sido transplantados a esta Iglesia de Judá, la Iglesia de por sí es la legitima tribu de Judá.  El Apóstol Pablo nos lo pone muy claro en Rom. 2:28, 29,

28 Porque no es Judío el que lo es en manifiesto; ni la circuncisión es la que es en manifiesto en la carne: 29 Mas es Judío el que lo es en lo interior; y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no es de los hombres, sino de Dios.

Aqui esta la definición de Pablo de quien es un Judío, y la define en dos términos, negativos y positivos.  Nos dice que ay dos grupos de personas, cada uno con reclamo de ser Judío (de Judea).  Los higos malos son Judíos “aparente” (La Version Concordante), porque así los reconocían los hombres. 

Los higos buenos eran los Judíos verdaderos, aunque su identidad estaba escondida, o no tan obvia para el publico en general.  Los Judíos “aparente” eran los seguidores del Judaísmo de esos tiempos.  Los Judíos “escondidos” fundaban su reclamo a la tribu y al convenio con Dios por su circuncisión del corazón. 

El Viejo Convenio se había roto y ya no tenia peso en la Corte Divina.  Los adherentes al Viejo Convenio por método de su circuncisión externa dependían de un Convenio obsoleto y condicional que ya había sido roto y abolido.  La única manera de tener una relación de Convenio con Dios era por el Convenio Nuevo, cuyo signo era la circuncisión interna.

Si, el Convenio Nuevo había reemplazado al Viejo Convenio.  Hebreos 8:13 dice así,

13 Diciendo, Nuevo pacto, dió por viejo al primero; y lo que es dado por viejo y se envejece, cerca está de desvanecerse.

Si un Cristiano piensa en aumentar su status con Dios revirtiéndose al Viejo Convenio con su circuncisión externa, este debería entender de que está poniendo su confianza en un pacto obsoleto y sin validez alguna en la mente de Dios. 

La Tribu Misma

Solo porque Judíos incrédulos pudieron mantener el nombre de Judá (en forma de “Judío”), no quiere decir de que eran Judíos en realidad.  De la perspectiva de los Cristianos (incluyendo a Pablo) los Judíos incrédulos habían sido separados de su gente y perdieron el derecho, frente a Dios, de llamarse Judíos.  Solamente aquellos Judaítas que aceptaron al Mediador del Nuevo Convenio, el Rey de Judá, el Guardian del nombre tribal, podían legalmente ser Judaítos (i.e. Judeanos o Judíos).

La tribu misma vivía con el príncipe de la tribu.  Si un miembro decidía irse a otra parte del mundo y establecer su propia tribu o nación, este no podía legalmente reclamar ser un representativo de su tribu de origen.  El miembro, en toda realidad y legalidad, estaba dejando su tribu y no tenia ningún derecho de reclamar ser la tribu en si misma. 

Al igual, si un hombre de la tribu de Judá había sido “separado de su gente,” o exilado por alguna violación de la ley, este hombre ya no podía reclamar ser de la tribu de Judá.  Ya el no seria ciudadano de la tribu.

Así vemos que Jesus era el Rey de Judá, no solo por linaje, sino también debido a Sus acciones.  Por entonces, el nombre tribal reside con Jesús y Sus seguidores.  No se quedo con aquellos que se rebelaron contra Él y lo mataron para así robarle Su herencia.  Fue la mayoría de la gente, guiados por los sacerdotes principales, los cuales se rebelaron y perdieron su status en la tribu de Judá.  Pero como lograron usurpar el trono, pudieron convencer al mundo de que ellos todavía eran los “Judíos verdaderos.”  Y por eso, el nombre de “Judío” a continuado siendo aplicado—en los ojos del hombre—al árbol malo de higos, el cual rechazo al Rey de Judá y usurpó el trono y el nombre de Judá. 

Al terminar el primer siglo, Juan el Revelador dice en Apo. 2:9,

9 Yo sé tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser Judíos, y no los son, mas son sinagoga de Satanás.

Él nos repite esta idea en Apo. 3:9, diciendo,

9 He aquí, yo doy de la sinagoga de Satanás, los que se dicen ser Judíos, y no lo son, mas mienten; he aquí, yo los constreñire a que vengan y adoren delante de tus pies, y sepan que yo te he amado.

Es tan extraño que en las ultimas pocas décadas el Judaísmo Mesiánico a promovido la idea de que los Judíos verdaderos (los seguidores de Jesús, Rey de Judá) han de ser injertados al árbol muerto de higos el cual Dios corto hace casi 2,000 años atrás por su rebeldía.  El error mas básico del Judaísmo Mesiánico es de que tratan de reemplazar a los higos buenos con los malos.  Esta es su marca de teología de reemplazo.  Ellos dicen que los higos malos son “los escogidos de Dios,” y tratan de integrarse a sus practicas religiosas con fin de persuadir a algunos de aceptar a Cristo. 

Esto es como irse a beber con borrachos para persuadirlos a dejar de beber.

Los apóstoles estarían dándose vueltas en la tumba.  Ellos nunca trataron de que los Cristianos volvieran a las viejas tradiciones del Judaísmo.  De hecho, el Apostol Pablo escribió evangelios enteros refutando tal idea.  No ay vida en la religión del Judaísmo porque ha rechazado—y sigue rechazando—al Unico en quien se encuentra la Vida.  Nadie puede forzar a que el Judaísmo se Cristianizase haciendo que mas Cristianos se conviertan al Judaísmo.  Tratar de resucitar al Judaísmo con pulular sus rangos es un error de primer orden.

El libro de Hebreos fue escrito para demostrar de que, como Cristianos, tenemos algo mejor de lo que el Judaísmo ofrece.  Tenemos mejor convenio, mejor clérigo, un mejor templo, y mejores sacrificios.  El revertir a las viejas tradiciones rabínicas del Judaísmo, por cuales nulifican la ley de Dios, es una apostasía inexcusable.

En conclusión, vemos que como el hombre define a un “Judío” es muy diferente a la definición que Dios da.  El hombre define a un Judío como alguien que obedece a los rabinos del Judaísmo o a los sacerdotes de Leví quienes rechazan a Jesucristo.  Dios define a un Judío como alguien que obedece a Jesus, el Rey de Judá, el cual también es Sumo Sacerdote del Orden de Melquisedec.